La autoestima y la ansiedad social son dos conceptos estrechamente conectados. La baja autoestima o autovaloración negativa de uno mismo tiene su origen, entre otros muchos factores, en las interacciones sociales y nuestro sentido de adecuación a las mismas. De esta forma podemos decir que aprendemos a valorarnos y conocernos a través de los demás.
En este artículo hablaremos sobre el concepto de autoestima, las características de la fobia social, la percepción que tenemos de uno mismo y el círculo de retroalimentación que se forma entre autoestima y fobia social.
Concepto de autoestima
La autoestima es un conjunto de fenómenos cognitivos y emocionales que conforman la actitud de una persona hacia uno mismo, es decir, la forma en que toda persona se juzga. Una autoestima positiva constituye una condición básica para la estabilidad emocional, el equilibrio personal y la salud mental, mientras que una autoestima negativa es fuente de malestar, siendo una característica asociada a una gran parte de las enfermedades mentales, en especial a los trastornos de ansiedad y depresivos (Mckay y Fanning, 1991).
Van Tuinen y Ramanaiah (1979) señalan que la autoestima también se refiere a una serie de características como los sentimientos de adecuación y valía que percibe la persona de sí misma, a la sensación de ser una «buena» o «mala» persona, su punto de vista sobre su estado de salud, su apariencia física, sus capacidades, su sexualidad y su sentido de adecuación en la interacción social (Tuinen y Ramanaiah, 1979 citado en Mckay y Fanning, 1991).
Características básicas de la fobia social
Como se nombraba, el aspecto social tiene un gran peso en cómo nos vemos a nosotros mismos. Sin embargo, un exceso de preocupación en la forma en la que nos evalúan al interactuar puede dar lugar a la llamada fobia social.
La fobia social, también denominada trastorno de ansiedad social, se caracteriza por un miedo intenso, persistente y excesivo como respuesta a una o más situaciones sociales en las que la persona se expone a desconocidos o al posible juicio por parte de los demás. La persona con fobia tiene miedo a ser observada, actuar de un modo que pueda considerar humillante o dar muestra de síntomas de ansiedad ante los demás. Las situaciones sociales temidas son evitadas por la persona en la mayoría de casos y cuando no lo son, experimenta un malestar altamente significativo ya que son percibidas como estímulos peligrosos (Bados, 2009).
Esta ansiedad social, fruto de la interacción con los otros, es en un primer momento, una emoción normal y adaptativa que todos experimentamos ante situaciones sociales nuevas y relevantes, en las que dudamos de nuestro desempeño y de cómo nos percibirán los demás. La emoción de ansiedad permite a la persona ponerse en estado de alerta, permitiéndole así prepararse para la actuación. Sin embargo, factores como el grado de malestar provocado, la larga duración, la alta frecuencia o la interferencia en la vida de la persona, determinan la aparición de la fobia social (Bados, 2009).
Percepción de uno mismo y proyección del pensamiento
Muchos autores plantean que entre las personas con fobia social podemos encontrar puntuaciones altas en la dimensión «conciencia pública de uno mismo». Este concepto hace referencia a la capacidad del ser humano para darse cuenta de sí mismo como un objeto social. Esta mayor consciencia tiene como resultado que la persona evalúe y reaccione a las relaciones sociales con mayor intensidad.
Otro elemento importante a tener en cuenta en la ecuación entre autoestima y ansiedad social, son los esquemas cognitivos. Estos son modelos de pensamiento que ayudan a las personas a etiquetar, clasificar, interpretar, evaluar y asignar significados a objetos y acontecimientos. Por ello, podemos decir que estos esquemas nos ayudan a orientarnos a situaciones y seleccionar recuerdos relevantes de ellas.
En las personas con ansiedad, estos esquemas cognitivos se ven influidos por el estado de alerta desproporcionado que experimentan y que les hace entrar en un modo de vulnerabilidad. Cuando este modo está activo, aparecen los esquemas cognitivos distorsionados o distorsiones cognitivas. La presencia de estas distorsiones provoca que las personas interpreten las situaciones que les rodean en términos de debilidad, magnificando estas últimas, focalizando en ellas su atención y minimizando sus ventajas personales. Por tanto, las distorsiones cognitivas hacen que la persona reciba estimación poco razonable de la amenaza o de los recursos de afrontamiento ante las situaciones sociales.
Circulo de retroalimentación entre autoestima y fobia social
La conexión entre la autoestima y la fobia social radica, entre otros factores, en la consecución de metas, logros y sensación de autoeficacia percibida por la persona tras afrontar sus problemas. De este modo, si el rendimiento de la persona es percibido como bueno en la consecución de sus logros o metas y se mantiene confiado ante sus capacidades, afrontará la situación social con una ansiedad tolerable.
Sin embargo, como decíamos, la aparición de distorsiones cognitivas en el individuo con fobia social provoca que la percepción de autoeficacia ante las situaciones sociales se reduzca. Beck y Emery (1985) señalaban que las personas con fobia social temían las consecuencias tan negativas que se podían dar en las interacciones y que aparentemente podían parecer plausibles. De este modo, una persona que teme sentirse incomoda en una primera cita o al hacer una entrevista de trabajo, puede estar en lo cierto de vez en cuando.
Sin embargo, lo que observamos en el individuo con fobia social es que el propio temor a las consecuencias da lugar a que se produzcan realmente.
Es decir, el miedo y ansiedad que experimenta en las interacciones con los demás generarán conductas como la inhibición del habla (apenas hablará o lo hará con monosílabos o frases cortas), de pensamiento (le costará encontrar temas de conversación o se bloqueará en las charlas con los demás). Esta dinámica de bloqueos y déficit conversacionales le proporciona evidencia adicional para su autoevaluación negativa.
Esta valoración negativa de si mismo, daría lugar a una autoestima negativa y mantenimiento del modo de vulnerabilidad ya nombrado, propio de la ansiedad social.
Conclusión
A modo resumen, el hecho de que seamos seres sociales nos hace que incluso nuestra propia identidad se vea influida por la manera en la que nos relacionamos con los demás.
Por ello, tener unas buenas habilidades sociales y una autoestima positiva pueden ayudarnos a prevenir lo citado en este artículo.