Quien más quien menos, todos conocemos el concepto de empatía, esto es en resumidas cuentas, tener la capacidad de comprender lo que el otro puede sentir dentro de la realidad en la que la otra persona está inmersa.
La empatía es una capacidad tanto cognitiva como emocional, la capacidad cognitiva nos permite comprender los estados mentales y emocionales del otro y la capacidad emotiva nos permite responder adecuadamente a ellos.
Pero hay otro concepto muy ligado a la empatía, menos conocido que es la simpatía y con esto no nos referimos a ser mas o menos agradables con los demás. Simpatía desde el punto de vista psicológico hace referencia a la conexión que establecemos con los demás a través de sus valores y su manera de ver la vida. Cuando coincidimos con los valores, maneras de pensar y de ver la vida con otros, establecemos un vínculo de simpatía. Simpatizamos con el otro porque coincidimos con él.
En algunas situaciones este vínculo de simpatía puede convertirse en una capacidad de sentir que va más allá de la empatía. En estas situaciones las personas simpáticas no solo comprenden la realidad emocional del otro sino que se fusionan con esa realidad, dicho de otro modo, siente lo mismo que siente el otro aún no participando de su misma realidad y contexto . No solo se percatan y reconocen los sentimientos ajenos sino que los viven como propios, no poniendo Frontera a la experiencia emocional. Si la persona con la que interactúan siente tristeza, desesperación o rabia la persona se contagiará de estos sentimientos y los vivirá intensamente quedando atrapado en estas emociones qué sustituirán a las suyas.
Por tanto este contagio emocional que podemos presuponer como algo positivo porque nos vincula emocionalmente con el otro tiene una serie de desventajas:
La primera es verse invadido por un aluvión de sentimientos que no nos pertenecen pero que experimentamos como propios.
La segunda es que estas emociones sentidas no nos dirigen a la resolución de un problema o situación ya que la situación que la provoca es ajena a nosotros y por último nos bloquean y paralizan impidiendo de esta manera que seamos moduladores de la emoción del otro y que por tanto podamos ofrecerles una ayuda efectiva y de apoyo emocional.
Todos nosotros somos susceptibles de caer en la simpatía cuanto mayor vínculo de afinidad tengamos con los demás. Nos resultará más fácil contagiarnos emocionalmente con personas de nuestro entorno más íntimo como familiares o amigos cercanos puesto que con ellos, a la vez que ellos con nosotros, compartimos muchas experiencias vitales, lo que hace que nuestro vínculo afectivo sea muy estrecho.
No obstante las personas que han desarrollado su inteligencia emocional saben distinguir la empatía de la simpatía, saben diferenciar sus sentimientos de los sentimientos del otro. Las personas empáticas se mueven en la línea de entender el sufrimiento ajeno pero no de sufrir con los demás y por tanto las actitudes que despliegan son de ayuda en todo aquello que puedan pero con límites, en vez de ayudar en todo lo que puedan aunque suponga saltarse sus propios límites personales o emocionales.
Por tanto podemos decir que es emocionalmente más sano trabajar para llegar a ser una persona empática en vez de simpática: así podremos evitar el contagio emocional y por tanto evitar sentimos embargados por emociones ajenas que no vamos a poder gestionar puesto que no están en consonancia con nuestra realidad sino con la realidad del otro. Si nos mantenemos en el plano empático más que en el simpático también podremos ayudar a los otros a contener sus propias emociones y gestionarlas, convirtiéndonos en un sustento emocional eficaz para las personas que nos rodean.