El amor, fuente inagotable de inspiración y estudio, ha sido interpretado desde siempre por filósofos, artistas, músicos, poetas y escritores. Semejante centralidad ha promocionado la creación de un sentido colectivo de idealización en torno suyo.
Sin embargo, la concepción del amor que inspira a buena parte de la sociedad no es siempre el mejor ejemplo para una relación de pareja saludable. El amor romántico, como referente de las relaciones, no es el mejor lugar donde encontrar las claves para relaciones satisfactorias.
Si dejamos de lado la interpretación maximalista propia del amor idealizado, podremos detectar, comprender e intervenir sobre nosotros y nuestra relación.
Los vínculos afectivos están en constante evolución y las crisis de pareja suelen formar parte de esta evolución natural del vínculo. Si estas crisis se resuelven satisfactoriamente, la pareja y la relación saldrán reforzadas de ella, ya que habrán aprendido y desarrollado nuevas estrategias para resolver problemas y desafíos.
Para otras parejas, sufrir una crisis condiciona profundamente la estabilidad de los sentimientos de cada uno, provocando que la relación se vuelva complicada y se estanque, haciendo que la crisis se retroalimente y agudice.
Etapas de la relación de pareja.
Desde el surgimiento del amor, se diferencian varias etapas dentro de una relación, que evolucionan como nosotros mismos y que nos ayudan a madurar y a conocer al otro/a, de la misma forma que nos facilitan aprender, crecer y experimentar con el entorno.
Enamoramiento.
El enamoramiento, como primera fase, invita a disfrutar de una gran fantasía y pasión. Es una etapa de refuerzo continuo, ya que las experiencias compartidas contienen una carga emocional positiva. Se comparten buenos momentos y actividades agradables, lo cual enmarca la relación en un contexto que invita a seguir profundizando en ella.
En esta fase, a partir del conocimiento del otro/a, se establecen los puntos en común y las afinidades respecto a las expectativas de vida dentro de la relación, lo cual la va consolidando.
Compromiso.
La anterior fase da paso a la etapa de compromiso, en la que los proyectos de pareja van tomando forma. Es en esta fase donde la pareja tiene que hacer frente a los desafíos de la vida en común y de los proyectos que van creando juntos.
Ahora no solo hay refuerzo continuo sino también problemas cotidianos propios de los proyectos que emprenden como pareja, los cuales, si no son resueltos de manera satisfactoria pueden ser fuente de conflicto.
Estos conflictos si son recurrentes y/o se alargan en el tiempo pueden tener como consecuencia la ruptura de la pareja.
Problemas de pareja.
Dependencia.
Otra situación que pueden llevar a la pareja a una crisis y finalmente a la ruptura si no es gestionada de manera satisfactoria, es la adición a la pareja, que constituye unos de los problemas más difíciles de resolver en las relaciones. Se da cuando uno de los miembros sufre de baja autoestima, idealizando a su cónyuge. En estas relaciones, la necesidad de amor y vínculo afectivo puede adquirir tal magnitud que el dependiente acepte situaciones inaceptables con tal de mantener el vínculo y la relación.
Infidelidad.
La infidelidad es también otra de las causas de crisis comunes en una relación. Normalmente la infidelidad deriva de otros problemas presentes en la relación, que la van desgastando y propicia que una tercera persona pueda hacer acto de presencia.
La superación de la infidelidad puede ser un un problema insalvable, por lo que en algunos casos la pareja necesita buscar un profesional para hacer terapia, para recuperar la confianza en la relación y solventar los problemas de base, que ha puesto de manifiesto la infidelidad.
Carencia de deseo sexual.
La falta de equilibrio en las relaciones de pareja, ligada a una falta de apetito sexual o a algún trastorno de tipo sexual, tanto masculino como femenino, provoca problemas a la hora de expresar afecto y ternura en el otro/a. Esta anhedonia sexual va creando una separación entre los miembros de la pareja y sumiéndolos en el aislamiento.
Celos.
Asimismo, los celos son una señal inequívoca de inseguridad y de baja autoestima que provocan una destrucción de la relaciones cuando se pretende el control total en el otro, llegando incluso a anular su voluntad.
Adiciones.
El alcoholismo, el uso de fármacos o los excesos en las adicciones en general resultan negativas y afectan seriamente a la economía de la pareja, todo ello cronifica los conflictos y enfrentamientos en la pareja.
La familia.
Otro de los problemas a los que se enfrenta la pareja a lo largo de su evolución es el paso de pareja a familia. Cuando aumenta la familia la pareja debe enfrentarse al desafío de la adaptación al nuevo miembro.
Las necesidades de los hijos se priorizan a las necesidades de la pareja y se tiene menos tiempo y energía para cuidar la relación. A parte, otro conflicto en esta adaptación puede ser la crianza de los más pequeños, ya que no siempre las parejas tienen el mismo punto de vista sobre como criarlos, la gestión del tiempo de los niños o la manera de enfocar los problemas derivados del nuevo estatus de familia.
Puede ocurrir que a veces los problemas no radiquen necesariamente en el otro componente de la pareja, sino que alguno de los miembros de la familia interfiera en la relación y que esto afecte al desarrollo de la vida en común a corto plazo. Es interesante dejar claro el papel de la familia en la relación con el fin de que nadie se inmiscuya en las decisiones de la pareja.
Cotidianidad negativa.
De la misma forma, las actitudes cotidianas negativas y la falta de ayuda y de participación en las tareas del hogar suponen un distanciamiento y un conflicto constante.
Asimismo, las dificultades económicas o las perspectivas laborales tienden a desestabilizar el buen curso del vínculo y hacen complicado conseguir visualizar un futuro juntos.
Un problema externo a la pareja pero que incide de forma decisiva en ella proviene del entorno laboral y la dificultad para superar el estrés generado, la falta de conciliación familiar o la rigidez de horario, todo lo cual condiciona un estado de ánimo que acaba por transmitirse y perjudicar en la relación.
El llevar tiempo juntos hace a la pareja protagonista de una recurrente monotonía, algo a evitar por la salud de la relación y el bienestar del estado anímico de cada uno de sus miembros.
La comunicación, señal de buena salud en la pareja.
La buena salud en la pareja pasa por una constante comunicación. Cualquier discrepancia debe ser solventada en compañía, aprendiendo a conducir los conflictos hacia un territorio neutral que tenga siempre en cuenta las necesidades del otro.
Esta comunicación saludable debe partir de la empatía hacia el otro miembro de la pareja, lo que permite poder entender su punto de vista para poder resolver los conflictos de manera asertiva.
Esta manera de comunicarnos partiendo de la empatía y mediante técnicas asertivas nos permite gestionar los conflictos a los que se enfrenta la pareja y llegar a posiciones de diálogo, diciendo lo que se piensa o se siente, para posteriormente centrar el diálogo en la negociación de soluciones.
Hay que tener en cuenta que las diferencias de carácter y personalidad desencadenan problemas de pareja y conflictos difíciles de contrarrestar sin diálogo. Los valores y el comportamiento de uno no siempre encajan en las opiniones del otro, siendo necesario un extra de respeto y entendimiento para superar las diferencias.
Por tanto, uno de los pilares sobres los que se asienta la buena salud de la relación es el desarrollo de una comunicación efectiva, que ayude a resolver los problemas y conflictos que aparecen en la relación, fruto de la evolución natural de la misma.